19 de julio de 2011

Frustracción

La incertidumbre recorre mi cuerpo, dejándolo como un cubito de hielo, que al mínimo descuido se rompe o se deshace con el cambio de temperatura. La suave brisa veraniega rodea tu cuerpo, y lo envuelve en una cálida sábana que cubre hasta el último mechón de tu pelo alborotado, pero a la vez suave y brillante como el terciopelo negro.

En tu rostro aparece el miedo, ese doloroso amigo que te acaricia la mejilla con tus lágrimas al sucumbirlo; su mirada perdida en el horizonte hace ver el mundo de otra manera que te desconcierta. Su fragancia era dulce, más a su vez era picante y llegaba un momento en que resultaba imposible dejarla en el olvido. Esa frustración hacía que temblasen mis piernas, impidiendo que me sostuviese en pie, pero algo me empujaba a seguir adelante, una pequeña esencia de ese corazón contenía toda la fuerza necesaria para conseguir abrir sus ojos y contener la respiración sin tener que ahogarme en el olvido de los recuerdos.

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